Una Propuesta de Marcos Krivocapich: ¿Pero vos sabes quién es Robin?
Hoy quiero hablarles de algo que no le importa a nadie más que a una parte de Twitter.
Todos sabemos quién es Batman, de hecho yo ya hablé de Batman en el documento que iba pegado a la primera entrega. Soy fanático acérrimo de Batman. Probablemente porque nerdo gotiquito mal expresado, la sublimación del trauma explícito y evidente, una vida dedicada a un secreto, o miles de factores atractivos más para el engendro normal de cheto que soy. Pero más allá de las causas profundas posibles por la fascinación, puedo decir con total seguridad que ninguna de ellas es el deseo de ser Batman. O al menos no en mis años formativos y adolescentes. Ahora tampoco. Puedo decir con total seguridad que no me pasaba querer ser Batman. Pero porque sé que en algún momento quise ser Robin.
Las causas no son extrañas. En principio podría decir que Robin es lo más parecido a Spiderman que tiene Batman: un adolescente charleta y atlético. Y sobre todas las cosas, quien sí me gustaría ser es Spiderman, pero eso para otro día, más cerca del mundial quiero esbozar la analogía Spiderman/Obi Wan/Leo Messi. Pero siguiendo con esta exposición sobre lo inútil de una mente colonizada, otra razón sobre la que se basa la fantasía de ser Robin creo que tiene que ver con la edad, y ahí ya nos podemos adentrar en la pregunta que nos acerca al núcleo de este tema que no le importa a nadie más que a una parte de Twitter: ¿Quién es Robin?
Pensé que iba a ser más fácil definirlo antes de escribirme la pregunta a mí mismo, pero descubro que no sé bien por dónde empezar, así que voy a intentar hacerlo de lo más conceptual a lo más concreto. En principio, es el secuaz de Batman. El patiño. El discípulo. Pero es, sobre todo, un manto que se hereda y del que distintos adolescentes deseosos de convertirse en vigilantes por las traumáticas razones que sean (porque lxs superhéroes siempre nacen de traumas) han debido graduarse para continuar sus propias carreras como vigilantes (con nombres y trajes nuevos), pero siempre a la sombra de Batman, por supuesto, porque es el que más vende.
Entonces, Robins ha habido muchísimos. De hecho, hasta el Guasón ha llegado a ser un Robin en el comic Last Knight on Earth (2019) de Scott Snyder y Greg Capullo:
Esto también debido a la existencia del multiverso, las realidades paralelas y largos etcéteras, pero en la continuidad principal en la que la historia de “nuestro Batman” se mueve, ha habido 4 Robins fijos más un par que aparecieron poco tiempo y a los que no les vamos a prestar atención ahora.
Estos 4 Robins fueron, en orden de aparición:
Dick Grayson (Ricardo Tapia): este es el de las películas de “Batman Eternamente” y “Batman y Robin”, también el primero de la serie animada de Batman. Es el que la mayoría conocemos, el joven prodigio del arte circense hijo de trapecistas asesinado por [inserte líder de la mafia o villano canónico de Batman] y adoptado por Bruno Diaz con el objetivo de ser entrenado para convertirse en una máquina de detener maleantes. Fue Batman un par de veces, pero no le queda bien. De grande se convierte en Nightwing, y va por ahí siendo fachero con un par de palos.
Tom Taylor está escribiendo ahora un Nightwing que no está mal. Dato de color: Tom Taylor es el que ahora hizo que Jon Kent, el hijo de Superman, que ahora es Superman porque estamos atravesando una Crisis y la Liga de la Justicia ha desaparecido, sea bisexual. No sé si vieron la noticia, pero Superman es bisexual.
Jason Todd: Este es el infame segundo Robin. Una vez que Dick se gradúa y se va con los Jóvenes Titanes a dirigir su propio grupo, Batman se pone triste, pero justo justo le pasa que un pibe de la calle le roba los neumáticos del Batimóvil, y Batman le ve potencial y lo adopta como Robin. ¿Pero alguna vez tomaron la decisión de trabajar con alguien y no funcionó así que dijeron “al carajo, lo mato”? Bueno. Resulta que el Robin de Jason Todd era muy forro, un pesado, no hacía caso, se cagaba a trompadas con cualquier cosa que viera, y los fanáticos no estaban muy contentos, así que después de que el Guasón le rompiera las piernas con una barra de metal y prendiera fuego el galpón en el que lo tenía encerrado, en 1988 DC (la editorial que publica todas estas historias) abrió una línea de teléfono para que la gente votara si Jason vivía o no, y Jason murió. Años después igual volvería como Red Hood, pero es otra historia.
Y acá entramos en los dos que justifican que este mail exista:
Tim Drake: A mi parecer, el mejor Robin de todos. El tercer Robin, el Robin detective, es el Robin que descubre que Batman es Bruno Diaz debido a que es un capo, re inteligente, miralo, ¿no es fenomenal?:
Resulta que Tim Drake la pasa equilibradamente bien en relación con sus predecesores. Tiene a su padre vivo, es gracioso, despierto, ágil de mente. Tiene la parte más canchera de Batman, que es la de estar un paso adelante de todos. Pero es un personaje que termina perdiéndose entre las bibliotecas de patentes de DC. Una vez que se gradúa de Robin se convierte en Red Robin (un nombre de mierda). Tiene un par de apariciones casi importantes, pero su desarrollo de personaje se ve casi por completo estancado. Y esto a mí me toca en un lugar personal. ¿Por qué se preguntará el lector que extrañamente ha llegado hasta este punto de un texto que se está encargando de desglosar algo tan inútil como el problema con Tim Drake?
En 2004 DC publicó uno de mis cómics favoritos: Identity Crisis. Para quienes empezamos a leer cómics comprados en comiquería a eso de los 11/12 años, esta es una piedra angular de formación personal. Con uno de mis amigos más cercanos compartimos 2: Identity Crisis y la saga de la Materia Oscura, de la que podríamos hablar (ja, “hablar” dice el loco monologante) en otra oportunidad. Cuestión que Identity Crisis narra uno de los puntos más bajos y angustiantes en la historia de Tim Drake: la muerte de su padre.
Reitero: para quienes entramos en la continuidad principal de los cómics con muy poca información, en familias que desconocían casi por completo qué tipo de ficciones nos estaban comprando, este arco argumental, creo yo, fue tremendo. Una marca indeleble en lo que a consumo de ficción y construcción de personaje (social) hace. Y una de las demostraciones más tempranas de cuán profundas y complicadas pueden ser las historias que se narran por este medio gráfico.
Casi todo eso es Tim Drake para mí. Pero bueno, llega el cuarto Robin.
Damian Wayne: canónicamente, el mejor Robin de todos. Una mezcla perfecta de los tres Robins anteriores: la agilidad de Dick Grayson (Ricardo Tapia), el temperamento y la capacidad de pelea de Jason Todd y la inteligencia de Tim Drake. Porque pasa que Damian Wayne es un bebé de probeta creado con los genes de Bruno Diaz (Bruce Wayne) y Talia al Ghul (hija de Ra's al Ghul, Liam Neeson en Batman Inicia), producido por la misma Talia para generar el guerrero perfecto. Y de hecho, lo logra. A tal punto que Dick Grayson (un rato que fue Batman una vuelta que Batman murió) lo echa (¡lo echa!) a Tim Drake como Robin y le pasa el manto a Damian.
Y ahora Robin es Damian Wayne, el hijo biológico de Batman.
Y resulta que existe un Tim Drake malvado del futuro, que se convirtió en malvado justamente por volverse Batman.
Entonces, ¿cuál es el problema?
Nada interesante, sólo el hecho de que un personaje que marcó mi adolescencia temprana no es más que otra propiedad de una empresa multimillonaria que repite el mismo patrón de nepotismo en la ficción al que estamos acostumbrados en la vida ¿real?.
Existe una grandísima cantidad de videos en Youtube y Tik Tok sobre este asunto. Sobre cómo se podría solucionar el personaje, sobre cómo la aparición de Damian Wayne desdibujó por completo al personaje de Tim Drake. Y es raro ver, en una historia contada durante largas décadas, un personaje devenir en una especie de vida mediocre. Es un espejo raro.
No sé si es que estoy hablando del poder de la ficción o solo de mí mismo. Es cierto que sigo más cerca de creer poder ser Robin que de poder ser Batman, sin lugar a dudas. Pero creo que lo que quiero acercar es este extraño sentimiento que genera de seguir la historia de un personaje en un mundo ficcional durante, ahora mismo, poco menos de la mitad de mi vida, y más que hacerme reflexionar sobre mis consumos problemáticos, siento que me acerca más a entender cierta matriz de mi comportamiento, o de los avatares que, sin elegir, nos acompañan.
No sé qué avatares en la ficción tendrán ustedes. O si los tendrán. Historias que no se sufren como propias, sino que se desenvuelven a la par de la nuestra (o alguna vez se desenvolvieron a la par de la nuestra) y que se convirtieron en alguna forma de espejo.
O como decimos en una obra que tengo ahora en cartel llamada Quiero Pertenecer todos los viernes a las 22.30 en Cultural Morán:
Tengan cuidado con lo que empatizan, porque después empatizan con cada cosa.